lunes, septiembre 12, 2005

· Cuentos tan cortos

...tan cortos como suspiros,
como el inicio de un gesto,
como la insinuación de una sonrisa,
como el primer instante de un sueño.

Seré breve.
Breve como las palabras no pronunciadas,
como las miradas de entendimiento entre dos cómplices,
como la caricia de ánimo
o el beso en la mejilla.
Breve como los cuentos que caben en una mano
o los que desaparecen en la segunda hoja.


JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ ARGÜELLES



Reposo


Los mil gestos producidos dentro de una larga convivencia explican, en silencio, mudas palabras de amor. Y es que el cuerpo, en su movimiento torpe, pesado y soso, continuamente dice lo que le pasa y siente. Por eso, a veces, cuando acostados apoyo mi brazo en tu cadera, en cansado gesto, no busco el inicio del juego de la pasión, sino que procuro el reposo de mi derrota en tu cuerpo tranquilo y ajeno de conflictos.


Hacia abajo

La abrazó desde atrás por la cintura, y ella no opuso resistencia, más a contrario, cogió las manos del hombre y empujó de ellas hacia abajo.


El Don Juan

La besó muchas veces esperando una respuesta que no logró. Después usó cientos de palabras, ya hermosas, ya desgarradas, invocando un amor sublime, mas nada consiguió tampoco. Por fin, la miró con enorme ternura, pero ella continuó ignorando todas sus artes. Derrotado, el conquistador se fue triste. Y cuando ya había comenzado a olvidarla, pero aún la frustración le dolía, descubrió que lo que de verdad había amado en ella era su silencio, y eso lo había obtenido. Dio así por bien empleada la aventura y la olvidó del todo.


Sentidos

Tengo para ti el tacto húmedo del recorrido que una lágrima deja sobre la piel. Te he guardado el casi inaudible sonido que provoca el roce de los labios. Mi regalo será el sabor indefinible del sudor que emana de la piel en contacto con tu boca. Te daré también la imagen de una sonrisa feliz que te engañe un poco. Finalmente, el olor humano de mi cuerpo te indicará que existo.


La risa

Había decidido morirse, pero una risa lo había salvado. Estaba intentando, con verdaderos esfuerzos, encaramarse a lo alto de la verja del viaducto de los suicidas, cuando oyó tras de sí la voz infantil, que decía: "¡Mira el hombre ese en postura tan tonta!". Y después las risas. También la suya.


La moneda perdida

Perdí una hermosa y pequeña moneda de oro, o quizás no fue así. Lo cierto es que el colgante donde estaba prendida la pieza dorada desapareció de la hebilla de mi pantalón. Su valor no era escaso, pero me dolía más la pérdida, si es que fue eso, por el significado familiar que poseía. Recuerdo vivamente cuando mi difunto abuelo me la regaló, que dijo:
-Esta moneda estará contigo hasta el día que yo vuelva para recogerla.


Si me dejas

-Moriré si me dejas -dijo ella.
El hombre sonrió y la besó, al tiempo que se apartaba un poco, dando por concluido el acto que habían realizado hasta ese preciso instante. Pero no había acabado él de separar del todo su cuerpo del de ella, cuando la oyó decir:
-¡No! Te dije que me muero si me dejas.


Encerrado

Con frenética impaciencia empujó el picaporte, pero no logró abrir la puerta de la habitación cerrada. Golpeó, ya fuera de sí, la dura madera maciza, y por fin, del otro lado, alguien dijo:
-Nadie puede abrirte. Todos estamos atrapados. Tú ahí y nosotros del otro lado.



JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ ARGÜELLES


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